jueves, 3 de mayo de 2007

Mea, no no, Tua Culpa


Aquellos que me conocen saben que soy incapaz de causar daño (a propósito) a cualquier ser vivo, y que la única razón por la cual no soy vegetariano es porque no tengo que matar personalmente a la vaca. Pero de cuando en cuando todos tenemos esos días y/o momentos en los que lo único que queremos es cubrir a algún tierno animal en peligro de extinción (oh si pandas...) con nuestra ideología pacifista, agarrar un palo de hockey y apalearlo hasta que no quede mas que un gruñiente saco monócromo comebambú. ... Psicosis a parte, esas situaciones se presentan en la vida con mas frecuencia que gruñidos en un disco metal, y lo que nos hace humanos (entiéndase por eso "luchar contra nuestro instinto natural") es el controlarnos y actuar civilizadamente. Pero, ¿por qué? ¿Por qué no obedecer a esa anarquía de sensaciones que recorren de los dientes a las uñas cuando algún agente de la negligencia se presenta ante nosotros a cumplir su mas sagrada misión: joder la paciencia?
Hoy se me presentaron dos situaciones de ese estilo.
La primera, una mesera que falló en preguntar correctamente algo sobre nuestro pedido que terminó poniéndonos en la fastidiosa situación de exigir nuestro derecho como clientes a no pagar mas de lo que en teoría debíamos. La diferencia salió de su bolsillo. Pues claro, luego aflora el humano pacifista en mi y me siento mal por el asunto.
La segunda, un auto, grande, muy grande, volteó estupidamente de forma errónea dejando a decenas de personas atoradas en un atollamiento, que si bien no fue nada legendario, me recordó a porque conducir en una ciudad como esta puede ser algo tan desagradable, y como bien dijo un amigo "da pena esforzarse en aprender a manejar para luego salir a...pues, esto". La gente no pensaba dos veces antes de meterse en el primer agujero que se habría cual gota de agua en un colador. Otros pensaban en la mejor forma de recórdale al primer infractor que el día de la Madre se acercaba, y uno incluso se bajó de su auto para recoger lo que luego reconocería como una piedra volando hacía el carro que lo empezó todo. Varios brevetes debieron haber sido revocados, pero no hubo señal alguna de la policia.
No me molesté en describir cada situación al máximo, porque todos hemos pasado por estas con frecuencia y las conocemos bien, pero si me parecen excelentes ejemplos de esos momentos en los que la sangre empieza a hervir, los músculos se tensan, y el vocabulario de patio de colegio empieza a rebrotar entre los dientes. Argh, argh, argh y más argh... y luego las cosas vuelven a la normalidad como siempre. La anarquía desaparece y volvemos a ser zombis que no protestan por nada. Ay sociedad, ¿por qué nos dejas sufrir permitiendo la supervivencia de los negligentes entre nosotros? Pero supongo que es lo justo considerando que todos llevamos un pequeño negligente dentro, siempre listo para hacer que otro mas sea el desafortunado idiota. De repente por eso lo perdonamos tan rápido, porque por dentro todos tenemos un pequeños negligente, y nos reconocemos en él. Y eso también explicaría porque los perfeccionistas son los primeros en explotar: no conocen el error, no saben como se lidia con él. Error, perfecto, perfecto, error, conózcanse.
Hasta la próxima con paciencia, giordano

where is my mind?

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